En un mundo hiperconectado, donde gran parte de nuestra vida personal y profesional transcurre en entornos digitales, la protección de datos se ha convertido en una prioridad crítica. Sin embargo, los enfoques tradicionales, centrados únicamente en el blindaje de la información, ya no son suficientes. Hoy, tan importante como prevenir, es saber reaccionar con rapidez ante cualquier brecha de seguridad.
América Latina no está exenta del aumento alarmante de amenazas cibernéticas. Según informes recientes, más del 60% de las empresas de la región han sido víctimas de al menos un ataque cibernético en el último año. Además, los incidentes de ransomware —en los que los atacantes secuestran datos a cambio de un rescate— crecieron un 75% en países como México, Colombia y Brasil durante 2024.
Este panorama se complica aún más si consideramos el acelerado ritmo de la transformación digital. En América Latina, cerca del 72% de las empresas han iniciado procesos de digitalización, lo que implica un mayor uso de plataformas en la nube, dispositivos móviles y redes sociales. De hecho, se estima que el 69% de la población latinoamericana es usuaria de Internet, y el 90% de esos accesos se realiza desde dispositivos móviles. Esto amplía la superficie de ataque y exige nuevas estrategias de protección.
Los peligros más comunes
Los ciberdelincuentes no necesitan grandes brechas para causar daños; basta una cuenta mal protegida, una transferencia sin cifrado o un acceso remoto sin autenticación multifactor. Entre los ataques más frecuentes en la región se encuentran:
- Phishing: correos o mensajes falsos que suplantan identidades para robar contraseñas o datos bancarios.
- Malware: software malicioso que se instala en dispositivos para robar información o tomar el control del sistema.
- Ransomware: secuestro de datos a cambio de un rescate económico.
- Accesos no autorizados: vulnerabilidades en contraseñas o configuraciones que permiten la intrusión en redes empresariales o personales.
A esto se suma la creciente dependencia de aplicaciones móviles y plataformas digitales. El 64% de los usuarios latinoamericanos interactúan habitualmente a través de redes sociales, muchas veces sin tener en cuenta configuraciones de privacidad ni medidas de ciberhigiene básicas.
Del blindaje a la reacción rápida
Si bien es fundamental contar con sistemas robustos de ciberseguridad —como firewalls, antivirus, y soluciones de backup—, el verdadero valor está en la capacidad de respuesta. Es decir, en cómo una organización o persona detecta, responde y se recupera de un incidente. Esto se conoce como ciberresiliencia.
Los pasos clave para lograr una protección efectiva incluyen:
- Prevención proactiva: implementar políticas claras de seguridad, actualizaciones constantes, autenticación multifactor y entrenamiento en ciberseguridad para todos los usuarios.
- Monitoreo constante: utilizar herramientas de detección de amenazas en tiempo real que alerten sobre accesos sospechosos o movimientos inusuales en la red.
- Planes de respuesta a incidentes: contar con protocolos definidos que indiquen qué hacer ante una filtración, quién debe actuar y cómo mitigar el daño.
- Backups frecuentes: tener copias de seguridad actualizadas permite restaurar datos rápidamente y reducir el impacto de ataques como el ransomware.
- Auditorías y pruebas regulares: simular ataques (como pruebas de penetración) ayuda a identificar debilidades antes de que lo hagan los ciberdelincuentes.
En un entorno donde la transformación digital avanza sin freno y las amenazas cibernéticas evolucionan día a día, protegerse ya no se trata solo de blindarse, sino de prepararse para actuar. La velocidad con la que se responde a una amenaza puede ser la diferencia entre un susto pasajero y una catástrofe empresarial o personal. La prevención es el primer paso, pero la reacción rápida es la verdadera fortaleza.
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